“A ti, Señor, nos dirigimos con confianza.
Hijo de Dios, enviado por el Padre a los hombres de todos los tiempos
y de todas las partes de la tierra, te invocamos por medio de María,
Madre tuya y Madre nuestra: haz que en la Iglesia no falten las vocaciones,
sobre todo las de especial dedicación a tu Reino.
Jesús, único Salvador del hombre, te rogamos por nuestros hermanos y hermanas
que han respondido» Sí » a tu llamada al sacerdocio, a la vida consagrada y a la misión.
Haz que su existencia se renueve de día en día, y se conviertan en Evangelio vivo.
Señor misericordioso y santo, sigue enviando nuevos obreros a la mies de tu Reino.
Ayuda a aquellos que llamas a seguirte en nuestro tiempo: haz que, contemplando tu rostro, respondan con alegría a la estupenda misión que les confías para el bien de tu pueblo y de todos los hombres. Tú, que eres Dios, y vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.”