La Madre de Dios conservó plena y perdurablemente su Virginidad. Es decir, fue Virgen antes del parto, en el parto y perpetuamente, después del parto. La Iglesia afirma este dogma desde el Credo compuesto por los Apóstoles.
La Iglesia nos enseña como verdad revelada sobre la Virginidad:
- La verdad absoluta y perpetua integridad corporal de la Virgen.
- Su virginidad de alma, es decir, la plena y exclusiva unión esponsal de su alma con el Señor. Por lo que María, dice Pío IX, “es más santa que la santidad y sola santa y Purísima en el alma y en el cuerpo, que superó toda integridad y virginidad”.
Conoce más sobre este dogma mariano viendo el video que te presentamos.